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  • Teología del amor

PARTE VI. AMOR Y FECUNDIDAD

Dijo Eva: «He conseguido un hombre con la ayuda del Señor» (Gén 4,1)


55. La ley natural y la razón


«La Iglesia... enseña que cualquier acto matrimonial debe quedar abierto a la transmisión de la vida...» (Humanæ vitæ, 11). «Esta doctrina, muchas veces expuesta por el Magisterio, está fundada sobre la inseparable conexión que Dios ha querido y que el hombre no puede romper por propia iniciativa, entre los dos significados del acto conyugal: el significado unitivo y el significado procreador» (Humanæ vitæ 12). Las consideraciones que voy a hacer se referirán especialmente al pasaje de la Encíclica «Humanæ vitæ», que trata de los «dos significados del acto conyugal» y de su «inseparable conexión».

Las palabras antes citadas de la Encíclica del Papa Pablo VI se refieren a ese momento de la vida común de los cónyuges, en el cual, al unirse mediante el acto conyugal, ambos vienen a ser, según la expresión bíblica, «una sola carne» (Jn 2, 24). En ese momento tan rico de significado es también particularmente importante que se relea el «lenguaje del cuerpo» en la verdad. Esa lectura se convierte en condición indispensable para actuar en la verdad, o sea, para comportarse en conformidad con el valor y la norma moral. La Encíclica no sólo recuerda esta norma, sino que intenta también darle su fundamento adecuado. Para lo cual Pablo VI continúa así en la frase siguiente: «...el acto conyugal, por su íntima estructura, mientras une profundamente a los esposos, los hace aptos para la generación de nuevas vidas, según las leyes inscritas en el ser mismo del hombre y de la mujer» (Humanæ vitæ, 12). Con lo anterior, la Encíclica nos induce a buscar el fundamento de la norma, que determina la moralidad de las acciones del hombre y de la mujer en el acto conyugal, en la naturaleza de este mismo acto y, todavía más profundamente, en la naturaleza de los sujetos mismos que actúan.

De este modo, la «íntima estructura» (o sea, la naturaleza) del acto conyugal constituye la base necesaria para una adecuada lectura y descubrimiento de los significados, que deben ser transferidos a las conciencias de las personas. Dado que, «el acto conyugal...» -a un mismo tiempo- «une profundamente a los esposos», y, a la vez, «los hace aptos para la generación de nuevas vidas»; y por tanto una cosa como otra se realizan por su propia naturaleza, se deriva en consecuencia que la persona humana «debe» leer al mismo tiempo los «dos significados del acto conyugal» y también la «inseparable conexión» entre los dos. No se trata, pues, aquí de ninguna otra cosa sino de leer en la verdad el «lenguaje del cuerpo».

«Al exigir que los hombres observen la ley natural, interpretada por su doctrina, la Iglesia enseña que cualquier acto matrimonial debe quedar abierto a la transmisión de la vida» (Humanæ vitæ, 11). Dado que la norma vincula el valor moral, se sigue de ello que los actos conformes a la misma son moralmente rectos; y en cambio, los actos contrarios, son intrínsecamente ilícitos. El autor de la Encíclica subraya que tal norma pertenece a la «ley natural», es decir, que está en conformidad con la razón como tal.

Pablo VI escribe: «Nos pensamos que los hombres, en particular los de nuestro tiempo, se encuentran en grado de comprender el carácter profundamente razonable y humano de este principio fundamental». (Humanæ vitæ, 12). Podemos añadir: ellos pueden comprender, también, su profunda conformidad con todo lo que transmite la Tradición, derivada de las fuentes bíblicas. Parece, pues, que es razonable buscar en la «teología del cuerpo» el fundamento de la verdad de las normas que se refieren a la problemática del hombre en cuanto «cuerpo»: «los dos serán una misma carne» (Gén 2, 24).

La norma de la Encíclica «Humanæ vitæ» afecta a todos los hombres, en cuanto que es una norma de la ley natural y se basa en la conformidad con la razón humana (cuando ésta, se entiende, busca la verdad). Con mayor razón ella concierne a todos los miembros de la Iglesia puesto que el carácter razonable de la norma encuentra indirectamente confirmación y sólido sostén en el conjunto de la «teología del cuerpo». Desde este punto de vista hemos hablado, en anteriores análisis, del «ethos» de la redención del cuerpo.


Reflexión: ¿Qué es la ley natural? ¿Encuentro la concordancia entre la ley natural y la razón? ¿Busco que la razón humana me lleve siempre a la verdad?


Texto preparado y distribuido por los esposos Maria Carolina Ochoa y Germán Gutiérrez





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