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  • Teología del amor

PARTE V. EL SACRAMENTO DEL MATRIMONIO


«Este es un gran misterio, y yo digo que se refiere a Cristo y a la Iglesia» (Ef 5,32)


36. El amor nupcial de Dios


Iniciamos hoy el tema del matrimonio, leyendo las palabras de San Pablo a los Efesios «Las casadas estén sujetas a sus maridos como al Señor; porque el marido es cabeza de la mujer, como Cristo es cabeza de la Iglesia y salvador de su cuerpo. Y como la Iglesia está sujeta a Cristo, así las mujeres a sus maridos en todo. Vosotros, los maridos, amad a vuestras mujeres, como Cristo amó a la Iglesia y se entregó por ella para santificarla, purificándola mediante el lavado del agua con la palabra, a fin de presentársela a si gloriosa, sin mancha o arruga o cosa semejante, sino santa e intachable. Los maridos deben amar a sus mujeres como a su propio cuerpo. El que ama a su mujer, a sí mismo se ama, y nadie aborrece jamás su propia carne, sino que la alimenta y la abriga como Cristo a la Iglesia, porque somos miembros de su cuerpo. ‘Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y serán dos en una carne’. Gran misterio es éste, pero yo lo aplico a Cristo y a la Iglesia. Por lo demás, ame cada uno a su mujer, y ámela como a sí mismo, y la mujer reverencie a su marido» (Ef 5, 22-33).


Conviene someter a análisis profundo el citado texto a la luz de lo que Cristo nos dijo sobre el cuerpo humano. El habló no sólo refiriéndose al hombre «histórico» y por lo mismo al hombre, siempre «contemporáneo», a su «corazón», sino también poniendo de relieve, por un lado, las perspectivas del «principio», o sea, de la inocencia original y de la justicia y, por otro, las perspectivas escatológicas de la resurrección de los cuerpos, cuando «ni tomarán mujeres ni maridos» (Lc 20, 35). Todo esto forma parte de la óptica teológica de la «redención de nuestro cuerpo» (Rom 8, 23).


Las palabras del autor de la Carta a los Efesios tienen como centro el cuerpo; y esto, tanto en su significado metafórico, el cuerpo de Cristo que es la Iglesia, como en su significado concreto, el cuerpo humano en su perenne destino a la unión en el matrimonio, como dice el libro del Génesis: «Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre; y se adherirá a su mujer; y vendrán a ser los dos una sola carne» (Gén 2, 24). ¿De qué forma aparecen y convergen estos dos significados del cuerpo en el párrafo de la Carta a los Efesios?


El texto en mención de la Carta a los Efesios no se puede entender correctamente si no es en el amplio contexto bíblico, considerándolo como «coronamiento» de las verdades reveladas en la Palabra de Dios. Por esto el citado pasaje de la Carta a los Efesios es también un texto-clave que en la liturgia aparece siempre relacionado con el sacramento del matrimonio, el más antiguo de los sacramentos. ¿Cómo emerge la verdad sobre la sacramentalidad del matrimonio en este texto?

En el texto de la Carta a los Efesios, trataremos de comprender el matrimonio como sacramento: primero, en la dimensión de la Alianza y de la gracia, y después, en la dimensión del signo sacramental. El sacramento es signo de la gracia y es un signo eficaz. No solo la expresa de modo visible en forma de signo, sino que la produce y contribuye a hacer que la gracia se convierta en parte del hombre y que en él se realice y se cumpla la obra de la salvación. Aunque sea de forma muy general el cuerpo entra en la definición del sacramento, siendo él mismo «signo visible de una realidad invisible», es decir, de la realidad espiritual, trascendente, divina. Mediante este signo Dios se da al hombre en su trascendente verdad y en su amor.


Fuente: Tomado de Teología del Cuerpo de Juan Pablo II

Reflexión: ¿Vivo en mi matrimonio la gracia que el sacramento produce? ¿Permito que la gracia del sacramento del matrimonio se convierta en parte de mí y se cumpla la obra de la salvación»?


Texto preparado y distribuido por los esposos Maria Carolina Ochoa y Germán Gutiérrez











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