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  • Teología del amor

PARTE II. LA REDENCIÓN DEL CORAZÓN


Para dar una respuesta más exhaustiva a nuestras preguntas, sobre el matrimonio -o más exactamente: sobre el significado del cuerpo-, no podemos detenernos solamente en lo que Cristo respondió a los fariseos, haciendo referencia al «principio» (Mt 19, 3 ss.: Mc 10, 2 ss.). También tomaremos en consideración otras dos enunciaciones: la primera, la del sermón de la montaña, a propósito de las posibilidades del corazón humano respecto a la concupiscencia del cuerpo, «Habéis oído que fue dicho: No adulterarás. Pero yo os digo que todo el que mira a una mujer deseándola, ya adulteró con ella en su corazón» (Mt 5, 27-28), y la segunda, aquella en que Jesús se refiere a la resurrección futura (Mt 22, 24-30; Mc 12, 18-27; Lc 20, 27-36) la cual se analizará en la parte III.


12. El adulterio en el corazón


La siguiente afirmación de Cristo, en el sermón de la montaña contiene la segunda enunciación cuyo significado es clave para la teología del cuerpo: «Habéis oído que fue dicho: No adulterarás. Pero yo os digo que todo el que mira a una mujer deseándola, ya adulteró con ella en su corazón» (Mt 5, 27-28). En este pasaje, Jesucristo realiza una revisión fundamental del modo de comprender y cumplir el sexto mandamiento de la Antigua Alianza: «No adulterarás» (Mt 5, 27-32).


Se trata de un cumplimiento que corresponde al sentido pleno de la ley, según las palabras de Jesús: «No penséis que he venido a abolir la ley o los profetas: no he venido a abolirlos, sino a darles cumplimiento» (Mt 5, 17). Sólo este cumplimiento construye esa justicia que Dios ha querido. Cristo-Maestro advierte que no se dé una interpretación humana de la ley y de los mandamientos, que no construya la justicia que quiere Dios: «Si vuestra justicia no supera a la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos» (Mt 5, 20) y por otra parte dice: «El que... practicare y enseñare (estos mandamientos), éste será tenido por grande en el reino de los cielos» (Mt 5, 19).


Se trata de resaltar la dimensión de la acción interior, a la que se refieren las palabras: «no adulterarás». Su expresión visible se encuentra en el «acto del cuerpo», pero el valor moral, está unido al proceso que se da en el interior del hombre. Las palabras de Cristo tienen un explícito contenido antropológico ya que, mediante su contenido ético, tocan esos significados perennes, por medio de los cuales se constituye la antropología «adecuada».


El adulterio, al que se refiere directamente el citado mandamiento, significa la infracción de la unidad, mediante la cual el hombre y la mujer, solamente como esposos, pueden unirse tan estrechamente, que vengan a ser «una sola carne» (Gen 2, 24) por lo que se deduce que una tal mirada de deseo dirigida a la propia esposa no es adulterio «en el corazón». Ya que si el acto conyugal como acto exterior, en el que «los dos se unen de modo que vienen a ser una sola carne», es lícito entre esposos, análogamente está conforme con la ética también él acto interior en la misma relación.


La universalidad del Evangelio, reside en que no es en absoluto una generalización. En el enunciado de Cristo que estamos ahora analizando el hombre de todo tiempo y de todo lugar se siente llamado: porque precisamente Cristo apela al «corazón» humano, que no puede ser sometido a generalización alguna porque en el «corazón», cada uno es individualizado más aún que por el nombre; es alcanzado en lo que lo determina de modo único e irrepetible; es definido en su humanidad «desde el interior».


Fuente: Tomado de Teología del Cuerpo de Juan Pablo II


Reflexión: ¿Cuál es la importancia de mis pensamientos y que los alimenta? ¿Qué influencia tienen mis pensamientos en mi actuar y mi actuar en mis pensamientos?


Texto preparado y distribuido por los esposos Maria Carolina Ochoa y Germán Gutiérrez


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