Es obvio que la analogÃa del amor humano nupcial, no puede ofrecer una comprensión adecuada y completa de esa realidad absolutamente trascendente, que es el misterio divino, tanto en su ocultamiento desde los siglos en Dios, como en su realización «histórica» en el tiempo, cuando «Cristo amó a la Iglesia y se entregó por ella» (Ef 5, 25). El misterio sigue siendo transcendente con relación a esta analogÃa, como respecto a cualquier otra, como por ejemplo la del amor paterno. *La analogÃa del amor nupcial nos permite acercarnos al misterio que desde los siglos está escondido en Dios, y que en el tiempo es realizado como el amor de un total e irrevocable don de sà por parte de Dios al hombre en Cristo. Se trata del «hombre» en la dimensión personal y, a la vez, comunitaria. Dimensión comunitaria que se expresa en el libro de IsaÃas y en los Profetas como «Israel» y en la Carta a los Efesios como «Iglesia»: se puede decir: Pueblo de Dios de la Antigua y de la Nueva Alianza. *
La analogÃa del amor de los esposos parece poner de relieve sobre todo la importancia del don de sà mismo por parte de Dios al hombre, elegido «desde los siglos» en Cristo (literalmente: a «Israel», a la «Iglesia»), don total e irrevocable. No se puede hablar aquà de la «totalidad» en sentido metafÃsico. Efectivamente, el hombre, como criatura, no es capaz de «recibir» el don de Dios en la plenitud trascendental de su divinidad. Este «don total» (no creado) sólo es participado por Dios mismo en la «trinitaria comunión de las Personas». En cambio, el don de sà mismo por parte de Dios al hombre, del que habla la analogÃa del amor nupcial, sólo puede tener la forma de la participación en la naturaleza divina (2 Pe 1, 4), como lo ha esclarecido con gran precisión la teologÃa. Es un don «total» porque es «todo» lo que Dios «ha podido» dar de sà mismo al hombre, teniendo en cuenta las facultades limitadas del hombre-criatura.
La analogÃa del matrimonio, como realidad humana, en el que se encarna el amor nupcial ayuda, en cierto modo, a comprender el misterio de la gracia como realidad eterna en Dios y como fruto «histórico» de la redención de la humanidad en Cristo. La comparación del matrimonio (a causa del amor nupcial) con la relación de «Yahvé-Israel» en la Antigua Alianza y de «Cristo-Iglesia» en la Nueva Alianza, determina el modo de comprender el matrimonio. Esta es la segunda función de nuestra analogÃa. Y, en la perspectiva de esta función, nos acercamos al problema de la sacramentalidad del matrimonio. En efecto, al presentar la relación de Cristo con la Iglesia a imagen de la unión nupcial del marido y de la mujer, el autor de esta Carta habla no sólo de la realización del eterno misterio divino, sino también del modo en que ese misterio se ha hecho visible, y, por esto, ha entrado en la esfera del Signo. Con el término «signo» entendemos aquà sencillamente la «visibilidad del Invisible».
El misterio escondido desde los siglos en Dios -o sea, invisible- se ha hecho visible ante todo en el mismo acontecimiento histórico de Cristo. Y la relación de Cristo con la Iglesia, que en la Carta a los Efesios se define «mysterium magnum», constituye la realización y lo concreto de la visibilidad del mismo misterio. Con todo, el hecho de que el autor de la Carta a los Efesios compare la relación indisoluble de Cristo con la Iglesia, con la relación entre los esposos haciendo al mismo tiempo referencia a las palabras del Génesis (2, 24), que con el acto creador de Dios instituyen originariamente el matrimonio-, dirige nuestra reflexión hacia lo que se ha presentado ya antes como «visibilidad del Invisible», hacia el «origen» mismo de la historia teológica del hombre.
El signo visible del matrimonio «en principio», en cuanto que está vinculado al signo visible de Cristo y de la Iglesia en el vértice de la economÃa salvÃfica de Dios, transpone el plano eterno de amor a la dimensión «histórica» y hace de él el fundamento de todo el orden sacramental. Mérito particular del autor de la Carta a los Efesios es haber acercado estos dos signos, haciendo de ellos el único gran signo, esto es, un sacramento grande (sacramentum magnum).
Fuente: Tomado de TeologÃa del Cuerpo de Juan Pablo II
Reflexión: ¿Le doy al matrimonio la importancia que Dios le da? ¿Soy consciente de su sacralidad y actúo en consecuencia?
Texto preparado y distribuido por los esposos Maria Carolina Ochoa y Germán Gutiérrez