«Entonces Yahve hizo caer un profundo sueño sobre el hombre que se durmió» (Gen 2, 21). Quizá, la analogÃa del sueño indica aquà un retorno especÃfico del hombre-persona al no ser (el sueño tiene un componente de aniquilamiento de la existencia consciente del hombre), o sea, al momento anterior a la creación, para que, por iniciativa de Dios, el «hombre» solitario pueda surgir de nuevo en su creación «definitiva» como varón y mujer.
El hombre ha sido creado como un don especial ante Dios («Y vio Dios ser muy bueno cuanto habÃa hecho»: Gen 1, 31), pero también como un valor especial para el mismo hombre: primero, por sà mismo; segundo, porque la «mujer» es para el hombre, y viceversa. El que la mujer haya sido formada «con la costilla» del hombre expresa de modo metafórico la homogeneidad de todo el ser de ambos. La homogeneidad del cuerpo, a pesar de la diferencia sexual, es tan evidente que el hombre (varón) al despertar del sueño, la expresa inmediatamente cuando dice: «Esto sà que es ya hueso de mis huesos y carne de mi carne» (Gen 2, 23). El varón manifiesta por vez primera alegrÃa al ver a la mujer, la alegrÃa por otro ser humano, por el segundo «yo» y la acepta inmediatamente como ayuda adecuada a él. Todo esto ayuda a establecer el significado pleno de la unidad originaria. La expresión «carne de mi carne» hace también referencia a que el cuerpo humano determina al hombre como persona, es decir, como ser que incluso en su corporeidad es «semejante» a Dios.
La unidad originaria se expresa como superación del lÃmite de la soledad, en la que el hombre adquiere conciencia de sà mismo durante el proceso de «distinción» de todos los seres vivientes y al mismo tiempo, se abre hacia un ser afÃn a él, la mujer. La soledad del hombre se nos presenta no sólo como el primer descubrimiento de la trascendencia propia de la persona, sino también como apertura y espera de una «comunión de personas». «Comunión» indica esa «ayuda» que, en cierto sentido, se deriva del hecho mismo de existir «junto» a otra persona. En el relato bÃblico este hecho se convierte en la existencia de la persona «para» la persona.
La comunión de las personas podÃa formarse sólo a base de una «doble soledad» del hombre y de la mujer que daba a ambos la posibilidad de ser y existir en una reciprocidad en la existencia, que ningún otro ser viviente habrÃa podido asegurar. Para esta reciprocidad era indispensable todo lo que constituÃa la soledad de cada uno de ellos, la autoconciencia, la autodeterminación y el conocimiento del significado propio del cuerpo que lleva en sà los signos del sexo ya que la masculinidad y la femineidad, son dos modos de «ser cuerpo» del ser humano, creado «a imagen de Dios» (Gen 1, 27), dos modos que se complementan recÃprocamente.
La teologÃa del cuerpo, que desde el principio está unida a la creación del hombre a imagen de Dios, se convierte, en cierto modo, también en teologÃa del sexo, o teologÃa de la masculinidad y de la feminidad que, en el libro del Génesis, tiene su punto de partida.
Podemos deducir que el hombre se ha convertido en «imagen y semejanza» de Dios no sólo a través de la propia humanidad, sino también a través de la comunión que el varón y la mujer forman desde el comienzo. De este modo el relato podrÃa también preparar para comprender el concepto de trinidad de la «imagen de Dios». Esto quizá constituye el aspecto teológico más profundo de todo lo que se puede decir acerca del hombre.
Las palabras del Génesis 2, 23 (Esto si es hueso de mis huesos y carne de mi carne), indican la nueva conciencia del sentido del propio cuerpo: sentido, que se puede decir, consiste en un enriquecimiento recÃproco a través de la masculinidad y la feminidad. Este concepto, a través del cual la humanidad se forma de nuevo como comunión de personas, parece presentarse en el relato de la creación del hombre (y en la revelación del cuerpo contenida en él) con una conciencia profunda de la corporeidad y sexualidad humana, y esto establece una norma inalienable para la comprensión del hombre en el plano teológico.
Fuente: Tomado de TeologÃa del Cuerpo de Juan Pablo II
Reflexión: ¿Qué implicaciones tiene para mà el ser consciente de que la comunión entre varón y mujer es imagen y semejanza de la comunión de Dios que es uno y trino?
Texto preparado y distribuido por los esposos Maria Carolina Ochoa y Germán Gutierrez