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  • Teología del amor

37. El justo equilibrio

Actualizado: 17 nov 2019

El contenido del texto objeto de nuestro análisis, aparece en el cruce de los dos principales hilos conductores de toda la Carta a los Efesios: el primero, el del misterio de Cristo que, como expresión del plan divino para la salvación del hombre, se realiza en la Iglesia; el segundo, el de la vocación cristiana como modelo de vida para cada uno de los bautizados y cada una de las comunidades.


En el contexto inmediato del pasaje citado, el autor de la Carta trata de explicar de qué modo la vocación cristiana debe realizarse y manifestarse en las relaciones entre todos los miembros de una familia. Específicamente en el caso de los cónyuges, el autor les recomienda que estén «sujetos los unos a los otros en el temor de Cristo» (Ef 5, 21). El autor habla de la mutua sujeción de los cónyuges, marido y mujer, y de este modo da a conocer cómo hay que entender las palabras que escribirá luego sobre la sumisión de la mujer al marido. La sumisión de la mujer al marido, como cabeza, se entiende como sumisión recíproca «en el temor de Cristo». La mujer, en su relación con Cristo -que es para los dos cónyuges el único Señor- puede y debe encontrar la motivación de esa relación con el marido, que brota de la esencia misma del matrimonio y de la familia. Sin embargo, esta relación no es sumisión unilateral. En efecto, el marido y la mujer están «sujetos los unos a los otros», están mutuamente subordinados. La expresión de esta sumisión recíproca es el amor.


Cuando el autor de la Carta habla del «temor de Cristo», se trata sobre todo de respeto por la santidad, por lo sagrado, que en el lenguaje del Antiguo Testamento fue expresado también con el término «temor de Dios» (Sal 103, 11; Prov 1, 7; 23, 17; Sir 1, 11-16). Ese respeto por lo sagrado nacido de la profunda conciencia del misterio de Cristo debe constituir la base de las relaciones recíprocas entre los cónyuges las cuales deben brotar de su común relación con Cristo.

«Y vosotros, los maridos, amad a vuestras mujeres»... y con esta manera de expresarse destruye cualquier temor que hubiera podido suscitar la frase precedente: «Las casadas estén sujetas a sus maridos». El amor excluye todo género de sumisión en virtud de la cual la mujer se convertiría en sierva o esclava del marido. El amor ciertamente hace que simultáneamente también el marido esté sujeto a la mujer, y sometido en esto al Señor mismo igual que la mujer al marido. La comunidad o unidad que deben formar por el matrimonio, se realiza a través de una recíproca donación, que es también una mutua sumisión. Cristo es fuente y, a la vez, modelo de esta sumisión que, al ser recíproca «en el temor de Cristo», confiere a la unión conyugal un carácter profundo y maduro.


Cuando el marido y la mujer se sometan el uno al otro «en el temor de Cristo», todo encontrará su justo equilibrio. La sumisión recíproca «en el temor de Cristo» forma siempre esa profunda y sólida estructura en la que se realiza la verdadera «comunión» de las personas.

Fuente: Tomado de Teología del Cuerpo de Juan Pablo II


Reflexión: ¿Qué significa estar sujetos el uno al otro en el temor de Cristo?

Texto preparado y distribuido por los esposos Maria Carolina Ochoa y Germán Gutiérrez














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