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  • Teología del amor

30. El mundo futuro

A base de las experiencias y conocimientos del hombre en «este mundo»- es difícil construir una imagen plenamente adecuada del «mundo futuro». Sin embargo, con la ayuda de las palabras de Cristo, es asequible, al menos, una cierta aproximación a esta imagen. Nos servimos de esta aproximación teológica, profesando nuestra fe en la «resurrección de los muertos» y en la «vida eterna», como también la fe en la «comunión de los santos», que pertenece a la realidad del «mundo futuro».


Las palabras con las que Cristo se refiere a la futura resurrección -palabras confirmadas de modo singular con su propia resurrección-, completan lo que en las presentes reflexiones hemos venido llamando «revelación del cuerpo». Dicha revelación nos permite superar la experiencia del hombre histórico en dos direcciones, la del Principio y la escatológica. El hombre no puede alcanzar, con los solos métodos empíricos y racionales, ni la verdad sobre ese «principio» del que habla Cristo, ni la verdad escatológica. Sin embargo, ¿acaso no se puede afirmar que el hombre lleva, en cierto sentido, estas dos dimensiones en lo profundo de la experiencia del propio ser, o que de algún modo está encaminado hacia ellas como hacia dimensiones que justifican plenamente el significado mismo de su ser hombre «carnal»?


Para la construcción de la imagen de la nueva existencia en el «mundo futuro»-que corresponde a nuestra profesión de fe: «creo en la resurrección de los muertos»- contribuye en gran manera la conciencia de que hay una conexión entre la experiencia terrena y toda la dimensión del «principio» bíblico del hombre en el mundo. Si en el principio Dios «los creó varón y mujer» (Gen 1, 27), si en esta dualidad relativa al cuerpo previó también una unidad tal, por la que «serán una sola carne» (Gen 2, 24), si vinculó esta unidad a la bendición de la procreación (Gen 1, 29), y si ahora, al hablar ante los saduceos de la futura resurrección, Cristo explica que en el «otro mundo» «no tomarán mujer ni marido». Es evidente, pues, que el significado de ser, en cuanto al cuerpo, varón o mujer en el «mundo futuro», hay que buscarlo fuera del matrimonio y de la procreación.


En su situación originaria, el hombre, pues, está solo, en su soledad «se revela» a sí mismo como persona para revelar simultáneamente, en la unidad de los dos, la comunión de las personas. En uno o en otro estado, el ser humano se constituye como imagen y semejanza de Dios. Desde el principio el hombre es también cuerpo entre los cuerpos, y en la unidad de los dos descubre el significado «esponsalicio» de su cuerpo, su llamado a la vida en comunión. Luego el sentido de ser en el cuerpo varón y mujer, se vincula con el matrimonio y la procreación. Las palabras «cuando resuciten de entre los muertos... ni se casarán ni serán dadas en matrimonio» (Mc 12, 25) nos permiten deducir que ese significado «esponsalicio» del cuerpo en la resurrección en la vida futura corresponderá no solo al hecho de que el hombre, como varón-mujer, es persona creada a «imagen y semejanza de Dios», sino también al hecho de que esta imagen se realiza en la comunión de las personas. El significado «esponsalicio» de ser cuerpo se realizará, pues, como significado perfectamente personal y comunitario a la vez.

La glorificación del cuerpo, revelará ese perenne significado del cuerpo humano se descubrirá entonces en tal sencillez y esplendor que cada uno de los participantes del «otro mundo» volverá a encontrar en su cuerpo glorificado la fuente de la libertad del don. La perfecta «libertad de los hijos de Dios» (Rom 8, 14) y alimentará con ese don también cada una de las comuniones que constituirán la gran comunidad de la comunión de los santos.


Las palabras de Cristo referidas por los Evangelios sinópticos (Mt 22, 30; Mc 12, 25; Lc 20, 34-35) nos permiten, en cierto sentido, revisar hasta el fondo todo el significado revelado del cuerpo, el significado de ser hombre, es decir, persona «encarnada», de ser, en cuanto cuerpo, varón-mujer. Dado que las palabras del libro del Génesis eran como el umbral de toda la teología del cuerpo -umbral sobre el que se basó Cristo en su enseñanza sobre el matrimonio y su indisolubilidad- entonces hay que admitir que sus palabras referidas por los sinópticos son como un nuevo umbral de esta verdad integral sobre el hombre, que encontramos en la Palabra revelada de Dios.


Fuente: Tomado de Teología del Cuerpo de Juan Pablo II


Reflexión: ¿Qué implicaciones tiene en mi vida diaria el saber que mi cuerpo va a trascender a la vida futura?


Texto preparado y distribuido por los esposos Maria Carolina Ochoa y Germán Gutiérrez







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