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  • Teología del amor

27. El arte y la ética

La esfera de las experiencias estéticas se encuentra también en el ámbito del ethos del cuerpo. En la pintura o escultura el hombre-cuerpo es siempre un modelo, sometido a la elaboración específica por parte del artista. En el filme, y todavía más en el arte fotográfico, el modelo no es transfigurado, sino que se reproduce al hombre vivo y en tal caso el cuerpo humano, no es modelo sino objeto de una reproducción obtenida mediante técnicas apropiadas.


El ethos del cuerpo, es decir, la ética de su desnudez, a causa de la dignidad de la persona, está estrechamente vinculada al significado esponsalicio del cuerpo, en el que el dar de una parte se encuentra con la apropiada respuesta de la otra al don. La desnudez del cuerpo humano en el arte hace que este se convierta en objeto destinado a un múltiple conocimiento, mediante el cual los que miran, en cierto sentido, se adueñan de lo que debe existir esencialmente a nivel de don, hecho de la persona a la persona, no en la imagen, sino en el hombre vivo. En efecto, ese «elemento del don» queda expuesto a una recepción incógnita y con ello queda de algún modo «amenazado», ya que puede convertirse en objeto anónimo de «apropiación», objeto de abuso. Precisamente por esto la verdad sobre el hombre, sobre lo que en él es particularmente personal e interior, crea aquí límites claros que no es lícito sobrepasar. De esto no se deriva ciertamente que el cuerpo humano, en su desnudez, no pueda convertirse en tema de la obra de arte, sino sólo que, a causa del gran valor del cuerpo en la «comunión» interpersonal, este problema no es puramente estético ni moralmente indiferente.


La necesidad de la intimidad hacia el propio cuerpo, sirve para asegurar el don y la posibilidad del darse recíprocamente. El hombre no quiere convertirse en objeto para los otros a través de la propia desnudez anónima, ni quiere que el otro se convierta para él en objeto de modo semejante. La violación del pudor corpóreo es un método conscientemente usado para destruir la sensibilidad personal y el sentido de la dignidad humana. Esta verdad debe tomarse en consideración también por el artista quien debe ser consciente de la verdad plena del objeto, de toda la escala de valores unidos con él. Esto corresponde a ese principio de la «pureza de corazón» que es necesario transferir a la creación o reproducción artísticas.


Hay obras de arte, cuyo tema es el cuerpo humano en su desnudez, y cuya contemplación nos permite concentrarnos, en cierto sentido, sobre la verdad total del hombre, sobre la dignidad y la belleza -incluso esa «suprasensual»- de su masculinidad y feminidad. Estas obras tienen en sí, como escondido, un elemento de sublimación, que conduce al espectador, a través del cuerpo, a todo el misterio personal del hombre. Pero también hay obras de arte, y reproducciones, que suscitan objeción en la esfera de la sensibilidad personal del hombre -no a causa de su objeto, puesto que el cuerpo humano en sí mismo tiene siempre su dignidad inalienable-, sino a causa de la calidad o del modo de su reproducción, o, representación artística. Si nuestra sensibilidad personal reacciona con objeción y desaprobación, es así porque en esa intencionalidad fundamental, descubrimos la objetivización del hombre y de su cuerpo, su reducción a objeto de «goce». Y esto está contra la dignidad del hombre también en el orden intencional del arte y de la reproducción.


Lo que aquí hemos llamado «el ethos de la imagen» no puede ser considerado abstrayéndolo del componente correlativo, que sería necesario llamar el «ethos de la visión». Como la creación de la imagen impone al autor, no sólo lo estético, sino también lo ético, así el «mirar» impone obligaciones al receptor de la obra. La auténtica y responsable actividad artística busca una expresión artística de la verdad sobre el hombre en su corporeidad. A su vez, depende del espectador si decide realizar el propio esfuerzo para acercarse a esta verdad, o si se queda solo en un «consumidor» superficial de las impresiones, esto es, uno que se aprovecha del encuentro con el anónimo tema-cuerpo sólo a nivel de la sensualidad.


Fuente: Tomado de Teología del Cuerpo de Juan Pablo II


Reflexión: ¿Tenemos en cuenta la verdad sobre el hombre creado a imagen y semejanza de Dios y el valor de la pureza de corazón cuando elegimos que imágenes o películas ver?


Texto preparado y distribuido por los esposos Maria Carolina Ochoa y Germán Gutiérrez



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